¿Es Carlos Slim un hombre bueno?

Dice Carlos Slim que acabará escribiendo sus memorias. En ellas, seguro que nadie aludirá a su persona como "el innombrale". Nadie dirá que manejó México a su antojo; que mordía a todo aquel que entintaba su imagen; que se enojaba cuando uno de sus negocios se colaba en un plano de una noticia sobre asaltos o narcotráfico en televisión, o que tenía controlados los medios de comunicación en México, en Estados Unidos y en España.

En la última biografía que circula sobre el "mexicano más rico del mundo" (Slim, Debate, mayo 2016) algunos personajes le describen así. "Que nadie le toque con un pétalo de rosa", llegan a decir los dueños de Televisa. Otros no. Otros alaban su natural sagaz, austero, leal, sobrio, modesto, justo, pragmático, mesurado... incluso su velado izquierdismo.

Quizá por no decidir con qué versión quedarse, su autor, el reportero del Grupo Milenio Diego Enrique Osorio, decidió apellidar el título con una pregunta al aire: ¿Puede uno de los hombres más ricos del mundo ser una buena persona?

Un buen día de 1988 un alto funcionario del Gobierno de Salinas de Gortari que había viajado mucho por Europa decidió que Teléfonos de México, la telefónica del país, debía pasar a manos privadas. Varios magnates fueron tanteados. Los contactos con Slim se produjeron en un largo y fructífero viaje presidencial a Japón.

Y así, en 1990 Telmex pasó de ser de todos los mexicanos a propiedad de un consorcio liderado por el empresario de origen libanés, que entonces tenía 50 años. El reparto accionarial fue el que sigue: la norteamericana Southwestern Bell (10%), un grupo de 32 ricos mexicanos (5,23%), Slim (5,17%), France Telecom (5%) 50.000 empleados (4%) y el 70% restante en Bolsa.

Muchas veces se ha repetido después –Salinas, el primero- que la privatización de Telmex fue ejemplar, que ni se hizo por motivos ideológicos ni enriqueció a Slim. Lo demás, "pendejadas".

Osorio relata el ascenso de Slim hasta la cima desde aquel día y su hondo acomodo en ella. El éxito de sus sociedades: Carso, Inbursa, América Móvil... Su emporio brasileño construido durante los mandatos de Lula da Silva. En España, Slim es dueño de FCC, Realia, el Real Oviedo...

Pero, sobre todo, retrata al detalle la moral neoliberal que baña nuestro tiempo y escarba a uña viva en lo más profundo de la aparentemente ingenua pregunta.

Y Slim responde con inteligencia de ingeniero:

-"No creo en la geometría política [...] Hay cosas que no son de izquierda o de derecha: son de a forziori. El que crea que por ser de izquierda o de derecha puede poner la maquinita a trabajar y poner políticas populistas, está equivocado. Para cualquier persona, gobernante de derecha o de izquierda, a menos que sea un fanático... ¿qué va a buscar? Que la gente tenga buena nutrición, que haya buena salud, que se eduque bien, que haya actividad económica, que haya inversión, que haya empleo [...] dime ¿qué diferencia podría haber entre un gobernante sensato, ya sea de izquierda o de derecha, en sus acciones?".

- "Pues las prioridades", le responde el periodista.

- "Entonces ¿no ve mucha diferencia entre izquierda y derecha?", insiste el entrevistador.

- "Yo no veo mucha diferencia en el pensamiento y en la ideología y en la discusión", responde.

Las palabras de Slim no pueden explicar mejor el contenido de la palabra poder. Quizá por eso, el autor dedica el siguiente capítulo al único contrapoder honorable que con el que se ha topado Slim: el EZLN. En 2006, el comandante Marcos fue el único que levantó la voz contra el llamado Pacto de Chapultepec, orquestado por el magnate y para el que contó con el consejo de su amigo Felipe González. El "Pacto Slim", como se le llamó, fue la respuesta de la élite empresarial del país, reunida en el conocido castillo, al creciente descontento popular:

"Estos grandes ricos, como Carlos Slim, han hecho que el programa de gobierno que cualquier partido que llegue al poder va a cumplir: parcelarlo todo, incluso a la gente, y ponerlo a la venta al mejor postor", dijo entonces el portavoz zapatista.

Slim contestó como requerían los acontecimientos. "Hay que repartir mejor la riqueza". "La riqueza no es un privilegio sino una responsabilidad, porque morimos y nos vamos sin nada", apostilló hace ahora una década.

Austeridad

En 2007, por primera vez la revista Forbes coronó al dueño de América Móvil como el hombre más rico del mundo. Sin embargo, desde entonces el empresario se ha afanado en ofrecer una imagen de casta austeridad. "Slim no tiene siempre chófer", narra el autor. A veces él mismo se pierde en los atascos de Ciudad de México al volante de su viejo Mercedes.

Acumula edificios lujosos por toda la ciudad, pero lleva viviendo 30 años en la misma casa. Al igual que Amancio Ortega, la ropa que viste procede de sus propias tiendas (de la cadena Sears) y la comida que se le sirve muchas veces ha salido de sus tiendas de conveniencia Sanborns.

Cuando viaja fuera, se hospeda en hoteles, no en sus propias mansiones. En Nueva York, por ejemplo, donde es dueño de un inmueble frente al Metropolitan Musseum -y el 16,8% del New York Times- prefiere alojarse en el Hotel Plaza.

"Slim no es generoso no con él mismo", dice uno de sus colaboradores. Ni siquiera le gusta la palabra filantropía, prefiere la expresión "inversión social".

- "En Nueva York surgió el movimiento Occupy contra el 1%. ¿Qué opina de estas y de otras iniciativas como Yosoy 132 de México, los indignados de España y otras expresiones juveniles globales de inconformidad?", le pregunta el periodista.

"Bueno, yo creo que uno de los problemas que estamos viviendo es que no se está sabiendo conducir el cambio", concluye el magnate.

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